El hombre medieval apenas tiene interés en medir con exactitud el tiempo diario en la forma en que nosotros lo hacemos actualmente en horas, minutos y segundos. En la Alta Edad Media europea (s. VIII-s.XI) el hombre común tiene dos referentes para medir el discurrir del día. El principal es el Sol, con tres puntos claramente distinguibles: el orto, el mediodía y el ocaso. Por supuesto, la duración del día iba variando durante el año. En la latitud de España, en el solsticio de invierno el día dura unas 8 horas; en el solsticio de verano, se alarga hasta en torno las 18 horas.
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Representación del Sol y la Luna en el Beato de San Miguel de Escalada, fol. 112. Biblioteca Pierpont Morgan, Nueva York |